Comentario
La nueva situación del artista y del funcionamiento de la obra de arte, el valor teórico y literario de los modelos, el planteamiento científico y racional de los problemas de composición arquitectónica, de la perspectiva y del sistema de representación, supusieron un cambio radical de la práctica artística. No se trata solamente de la aparición de un nuevo lenguaje formal que no altera sustancialmente las formas de comportamiento del arte y los artistas, sino de un nuevo lenguaje que responde a unas nuevas exigencias vitales e intelectuales en las que se desarrolla una nueva concepción del mundo que afecta a la idea misma de arte y a la figura del artista.
Durante el Quattrocento la formulación del nuevo lenguaje en los distintos campos y géneros se produjo como consecuencia de esta transformación a través de una experimentación especializada. Los artistas actúan investigando ciertos aspectos de la pintura, la escultura o la arquitectura. Es el caso de la preocupación por alcanzar una reconstrucción arqueológica del mundo clásico que apreciamos en las obras iniciales de L. B. Alberti, o la preocupación por el problema de la perspectiva en la pintura de Paolo Uccello atendiendo a las funciones de los objetos en el marco de la representación, o la investigación del problema de la luz y los objetos en las obras de Piero della Francesca. De ahí que el panorama artístico del Quattrocento sea un panorama fragmentado y dividido en una serie de experimentaciones unidas por un ideario común.
Es evidente que Alberti en sus obras de madurez llega a formular un nuevo clasicismo desentendido de las referencias literales a la Antigüedad de sus primeras obras. Y también es cierto que Piero della Francesca en sus obras finales establece una nueva articulación de la luz en el espacio pictórico como recurso perspectivo. Pero todo esto, que culminaría en la definición de un lenguaje universal que se ha denominado Renacimiento Clásico (Klassische) y que tiene en Leonardo y Bramante a dos de sus más claros representantes, no, hace sino poner de manifiesto que el Arte del Quattrocento dista mucho de ser un estilo estático, cerrado y definible. Muy al contrario, el Arte del Quattrocento puede decirse que constituye una suma de experiencias a través de las cuales se va perfilando un nuevo lenguaje que cuando alcanza la posibilidad de codificarse en un estilo único da lugar a algo que como el Renacimiento clásico es su superación.
El trasfondo ideológico y cultural del Quattrocento, el Humanismo, tenía una dimensión plural. Por ello, las adecuaciones y correspondencias del lenguaje artístico y los principios humanistas tenía que ser forzosamente dispar. El papel de las cortes que analizamos en este trabajo pone de manifiesto esta disparidad de corrientes, las cuales deben ser interpretadas como aproximaciones a un ideal que, en su conjunto, emana de la fuente común del Humanismo. Es evidente que el neoplatonismo florentino marcó la trayectoria de muchos de los artistas de la ciudad, especialmente de aquellos que trabajaron en la corte de Lorenzo de Médici.
Igualmente, en Venecia se deja sentir el influjo del aristotelismo de la escuela de Padua y la pintura se orienta hacia unos problemas representativos completamente distintos. Incluso las preocupaciones astrológicas del Estudio de Ferrara determinaron no pocas de las soluciones pictóricas que se desarrollan en la decoración de los palacios de esta ciudad. Ante este panorama, amplio y diverso, tampoco han de extrañar las actitudes eclécticas y conciliadoras como, por ejemplo, la que hallamos en la Corte de Urbino donde concurren artistas de formaciones diversas, incluidos los flamencos o de formación flamenca. Acaso sea este el atractivo que ofrece el arte de un período que ha intentado ser clásico apartándose decididamente de todo intento de reducción de sus principios a un corolario de normas. Pues la idea que los hombres del Quattrocento tuvieron de lo clásico no fue la de un lenguaje académico, sino de un arte vivo que discurre en una constante transformación debida a una ininterrumpida experimentación.